Anna Pavlova. El cisne inmortal del ballet clásico
El 12 de febrero todo el mundo festeja el cumpleaños de Anna Pávlova, la bailarina rusa más emblemática y famosa de todos los tiempos.

El cisne inmortal del ballet clásico, la bailarina assoluta, bailarina-leyenda, alma del ballet e inspiración para todos los bailarines. Unió sus aptitudes coreográficas y grandes dotes de actriz y aportó muchas innovaciones en el arte del ballet clásico. Sobresalió esencialmente en la interpretación de los ballets románticos. Gran artista, que poseía un incomparable talento dancístico y dramático. Su biografía parece más un guión cinematográfico que la vida real. Dicen que sus últimas palabras fueron: “Prepárenme para ponerme el vestuario del cisne”.

Quiero comenzar contándoles algunos datos curiosos sobre Anna:
Durante sus 22 años de gira por el mundo, recorrió en tren más de 500.000 kilómetros, presentó 9.000 funciones y fue la primera artista que trajo el arte del ballet clásico a países de todos los continentes.
En Holanda hay un tipo de tulipán que lleva su nombre.
En Londres hay cinco monumentos dedicados a ella.
Un tipo de alga marina tiene su nombre.
En Australia crearon un pastel de merengue y crema con frutas que lleva su nombre, el cual es conocido en todo el mundo.
Su interpretación de la danza folclórica mexicana “El Jarabe Tapatío” era muy bien recibida durante sus presentaciones, por lo que contribuyó a la popularidad de ésta alrededor del mundo.
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Anna Pávlova nació en San Petersburgo el 12 de febrero de 1881 en el seno de una familia de bajos recursos. Su madre, Lubov Pávlova, la dio a luz siendo soltera. Lubov trabajaba como lavandera y costurera y no contaba con mucho dinero. Ella declaró que su padre murió cuando Anna tenía dos años de edad, pero es posible que fuese hija ilegítima, y los biógrafos especulan que su padre pudo ser el banquero Lázar Polyakov.

Un día Lubov y Anna visitaron una función de ballet en el teatro Mariinsky. Anna, entonces de 8 años, se enamoró del ballet y decidió ser bailarina. Tras la continua insistencia de Anna, su madre la llevó a una audición de ballet, pero fue rechazada de la Escuela del Ballet Imperial por no tener suficiente edad, pero dos años más tarde fue admitida. Estudiar danza en la Academia era muy complicado para Anna que no tenía mucha salud, ni las habilidades físicas; era muy delgada y débil.
Durante su carrera como estudiante y, posteriormente bailarina del teatro Mariinsky, sus maestros fueron Pável Gerdt, Christian Johansson, Yekaterina Vazem, Eugenia Sokolova y Enrico Cecchetti, quienes la formaron en el ballet clásico.

En 1899 Anna terminó la escuela y entró al teatro Mariinsky. En 1906 realizó su primera interpretación como prima bailarina. Durante su carrera en Rusia trabajó mucho con el coreógrafo Mikhail Fokin. Fokin hizo especialmente para ella la coreografía de la danza “La Muerte del Cisne”, con música de Camille Saint-Saëns. Esta danza se convirtió en la obra maestra del coreógrafo y de Anna, como bailarina. Hasta ahora es una de las obras más famosas del ballet clásico.
En 1908 Anna empezó sus giras por el extranjero con mucho éxito. En 1909 recorrió Europa con los ballets de Serguéi Diáguilev y fue la estrella del ciclo de giras “Temporadas rusas” en París. Un cartel del pintor ruso A. Serov adornó la capital francesa durante el verano. En este cartel “Anna Pávlova en ballet Sílfides” la artista es representada como un hada flotando graciosamente en el aire.

En esa época Anna conoció a un ingeniero ruso, Viktor Dandre, quien luego fue su esposo y el gran amor de su vida. En 1910 Ana Pávlova formó su propia compañía de ballet y en 1912 emigró a Inglaterra donde se instaló con su esposo en una casa en Londres. Con su propia compañía de ballet Anna hizo giras por Europa, Estados Unidos, América Latina, Australia, África y Asia. En esas giras Anna Pávlova difundió en todo el mundo el arte del ballet. En 1919, durante una gira por México, Pávlova fue una de las primeras bailarinas clásicas en ejecutar el Jarabe Tapatío en zapatillas de punta, vestida con la indumentaria de la China Poblana.

Pávlova cambió para siempre el ideal de las bailarinas. En 1890 se esperaba que las bailarinas del Teatro Mariinski fueran técnicamente fuertes, y esto significaba, normalmente, tener un cuerpo poderoso, musculoso y compacto. Pávlova era delgada, de apariencia delicada y etérea, perfecta para los papeles románticos como Giselle. Su baile más famoso fue La Muerte del Cisne; otras interpretaciones en las que destacó fueron